Oficina malestar.

lunes, 14 de marzo de 2011 |

En la época que nos ocupa reinaba en las ciudades un hedor apenas concebible para el hombre moderno.
Patrick Süskind, El Perfume.

Sinceramente, me chupa un huevo, o para decirlo más delicadamente, me absorbe un testículo si los ojos son o no son el espejo del alma. Me absorbe el mismo testículo, por ejemplo el izquierdo (es decir, el más chico, porque mis testículos son asimétricos) la existencia o no existencia de un alma at all, pero lo que sí se con una certeza que va más allá de cualquier argumento en contra que usted pueda presentarme es el hecho irrefutable de que si existe algo que pueda identificarse como alma, en oposición a eso otro perecedero, fofo, graso y en última instancia finito que llamamos cuerpo, si existe algo así puede ser que los ojos sean su espejo (Y NO TENGO LA MÁS MÍNIMA IDEA DE QUÉ SIGNIFICA UN ESPEJO DEL ALMA) pero es, insisto, irrefutable que la nariz –bueno, el olfato– es la autopista más directa y sin peajes a eso que para ahorrar tiempo vamos a acordar en llamar alma.
No hay nada que tenga más poder de evocación (esto es cursi porque es cierto) que un olor. Y nunca, nunca, un olor que evoque algo nos va a producir alegría, porque evocar es recordar lo que hemos perdido irreversiblemente (cesto es cursi porque es cierto) y el olor es lo más inaprehensible que se conoce, es horrible, uno HUELE el perfume de una novia que tuvo hace mucho y no puede hacer ABSOLUTAMENTE NADA por aferrarse a ese olor, no puede, digamos, cerrar la nariz apresando el aroma y llevarlo consigo foreverandever, no no, de eso nada, el olor viene, se le mete en la nariz, asciende a su cerebro, le fornica los lóbulos dedicados a la nostalgia más amarga y se va como vino, invisible e inefable, y ahí se queda uno sollozando por Estela o por Luciana, recordando su risa y sus caricias y su voz y sus pequeños y respingones pezones rosados y sus gemidos callados y su cara de llanto o de ira o de risa contenida o de sorpresa o de amor etcétera.


Peor que un olor que evoque algo hermoso y perdido, como Luciana o Estela y sus pezones o su risa, es el olor presente y aborrecible de algo que está ocurriendo y que no nos gusta y que no podemos evitar y entonces el olor tiene una función digamos de meter el dedo en una herida y después meter otro dedo en la misma herida y después abrir los dedos como cuando se hace el signo de la paz o de no sé qué,  eso que queda una V hecha de dedos y sumir a la persona que YA ESTÁ HERIDA en un dolor extra y francamente cruel e innecesario; es decir, olores que vienen a recordarle a uno que uno se encuentra ahora mismo haciendo o siendo parte de algo que le desagrada profundamente hacer o ser parte de,  y que no tiene otra opción más que apretar los puños, morder con fuerza y seguir.
Hay un olor a oficina que flota aquí, en la oficina, que tiene ese efecto. Es la síntesis del poliestireno que protege el contenido variadísimo de las cajas que llegan de Alemania, Polonia y, en menor medida, de China / Hong Kong; el olor de cinco o seis tazas de café simultáneas, siempre, siempre hay al menos cinco o seis personas tomando café al mismo tiempo y emanando de sus tazas el olor a café barato, café de marca de supermercado Consum o Día o Mercadona, café soluble preparado con agua “potable” (para evitar dudas, las comillas indican IRONÍA, es decir que el agua será potable según los criterios de la empresa a cargo del agua pero según el criterio de mis papilas gustativas el agua es más fea que ser pateado en la entrepierna por los cuartos traseros de un purasangre ) y calentado en el microondas. Olor a aliento matinal de Compras que en su putísima vida se ha lavado los dientes y de Incidencias que en su putísima vida se ha lavado los dientes. Esta gente (Compras o Incidencias, por ejemplo) que llega a la oficina con un campo de concentración en la boca no debe sentir NUNCA JAMÁS ningún tipo de nostalgia porque si esta gente puede vivir teniendo debajo de la nariz un campo de concentración, entonces esta gente NO TIENE OLFATO y por ende no tiene ese túnel bipartito directo al alma y con un poder destructor de la alegría y todo eso que dijimos antes con respecto a Estela y Luciana etcétera.
Olor a teclado. Usted dirá: pero cómo se puede oler un teclado. Se puede, si hay suficientes teclados se puede identificar, entre el café barato y el poliestireno, entre el Auschwitz de Compras y el Auschwitz de Incidencias,  el olor a teclado. Hay un olor que de tan fuerte el olfato lo identifica como ruido de fondo y lo desplaza al inconciente. Es el olor a incienso y a velas perfumadas acumulado en una oficina cuyo número de ventanas es igual a cero y cuyo jefe / decorador es el tipo de personas que tiene pánico a OLER LA REALIDAD e intenta sin éxito tapar el olor de la realidad con capas y capas y capas y capas y capas y capas de olores artificiales, a saber: velas perfumadas, inciensos de sabores que van desde cosas corrientes y que podría llegar a tolerar como naranja, limón, etcétera, hasta cosas tan absurdas como Taj Mahal, sí, hola ¿andaba buscando inciensos?, sí, sí, tenemos varios, ¿buscaba algún aroma en especial?, sí, ¿Taj Mahal tiene?, ¡claro que tenemos, aquí tiene, que disfrute! y también distintos desodorantes ambientales tan variados, o más, que los inciensos, por ejemplo Citrus o Aromas del Bosque o Spa Bienestar. Es cierto, esto no es broma, esos son olores reales de desodorantes ambientales. Hay un tipo de desodorante ambiental cuyo aroma es Spa Bienestar y no quiero ni pensar en a) el pedazo de imbécil que sugirió esto en una reunión de """creativos publicitarios""", anoche, tras leer el briefing y repasar los target de esta campaña,  estuve haciendo un brainstorming en mi apple macbook pro pro y se me ocurrió algo supercool, ¡AROMA SPA BIENESTAR! y b) en el pobre tipo que recibió la orden de crear, sintetizar, destilar –o como mierda se diga en el mundo del perfume al hecho de crear un olor nuevo– el aroma propio del incoherente y no puedo insistir demasiado en lo incoherente que es el sintagma “Spa Bienestar”.
Está también el olor resultante de la yuxtaposición sudorosa de diecisiete (17) cuerpos trabajando en un espacio único dividido por cubículos semitransparentes que a veces producen la impresión de estar trabajando en duchas, por ejemplo cuando Contabilidad viene con camisa y pantalón beige y habla por teléfono de pie y gesticulando y uno lo ve desde afuera y a través del cubículo uno siempre tiene la impresión de que está viendo a Contabilidad ducharse y esto no es nada agradable. Diecisiete (17) cuerpos bajo el mismo techo y ocho horas por día en un espacio que no tiene ventanas y que tiene una especie de filtro de aire que supuestamente purifica y mantiene fresco el ambiente (Bombinex®, ¡el aire que querías!) pero que en realidad lo único que hace es sumar su granito de arena en esta playa de contaminación sonora y odora que es la oficina, porque el Bombinex no filtra una mierda y estamos en este infierno de cebolla y ajo diecisiete (17) personas oliéndonos las segregaciones axilares de ocho horas de saco y corbata en duchas secas y con olor a bolitas de poliestireno y a los campos de concentración que tienen Compras e Incidencias en sus respectivas bocas incepilladas y todo es tan triste y doloroso y angustiante y hay que llamar por teléfono y comparar planillas y coordinar reuniones y leer memos y encima el olor recordándole a uno todo el tiempo que uno ESTÁ AQUÍ haciendo su trabajo en su ducha personal y segregando y sumando su hedor a los vapores ubicuos de esta oficina y que uno NO PUEDE IRSE hasta que acabe la jornada laboral o bien surja un imprevisto, por ejemplo un infarto o un tornado o la llegada de un """creativo""" que venga a recolectar muestras de lo que en breve será una nueva fragancia de desodorante ambiental y que el """creativo""" probablemente llamará Oficina malestar.


0 Comentarios:

Comentar desde Facebook

Comentar desde Blogger