Imprevisible ruptura balcónica

lunes, 6 de agosto de 2012 |

Imprevisible ruptura balcónica, veloz, estrepitosa caída de escombros filosos sobre el calvo cráneo de ahora difunto peatón, aplastado peatón, aplastado en su sordera de auriculares estridentes, maximando el volumen de un iPod fuera de garantía, de una agonizante batería ahora separada del quebrado iPod, una ziploc para el iPod, una ziploc para la batería, una ziploc para los auriculares y otra ziploc para los rajados, orgánicos lentes del miope peatón ahora difunto, que quizás en el paraíso recupere su visión al 100%, todo en ziplocs, ahora, en la acondicionada sala de evidencias de alguna estación de policía, aquella correspondiente al barrio de la calle del edificio del derrumbado balcón que cedió, mal construído balcón, al levísimo peso de raquítica anciana, de pequeño gato, de frondoso helecho, de botella de agua, interrumpido acto de regar helecho y acariciar mascota, interrumpido ronroneo del gato equilibrista, feliz en su pasividad mimada, posado y tenso sobre la baranda, fuerte ¡crac! ahí abajo, sonido de crac, insuficiente onomatopeya, crac y todo al suelo, balcón en cuotas escombrosas, anciana en camisón levantado por acción del viento, ropa interior de la anciana a la vista de peatones atónitos, incontinencia de la anciana por efecto de la inesperada gravedad, del vértigo que anuda estómagos y afloja esfínteres, gato gritando algo en su idioma, quizás gritando sus últimas felinas palabras en este mundo, quizás anticipando contra todo pronóstico que, a pesar de su gatunez, de esta no se salva, gatito estampado junto a viejita estampada y cagada y meada, collage rojo sobre escombros que disimulan el tercer cadáver, cráneo calvo rajado y la materia gris otrora pensante brotando de la grieta, pobre peatón miope, nube de polvo, y coronado todo por un helecho semiregado, todavía húmedo, que sobrevuela la escena, cae como en paracaídas, separado en el aire de su cárcel maceta, flotando, planeando, volando por encima del collage rojo hasta posarse, con sus rastas verdes, sobre el pavimento, confundiendo a conductor de Fiat beige, distraído conductor que piensa en una ráfaga, en un rayo sin palabras, que piensa como en una tira de bocetos sin colorear, "algo verde ahí en la calle, frenar ahora mismo", y descontrol del Fiat beige, última ITV aprobada por coima, por soborno al inspector, y entonces falla en la dirección del Fiat beige, aproximación a alta velocidad contra un árbol, pobre sauce, inocente sauce de verticalidad inalterada, detiene al Fiat cediendo apenas unos grados de su perpendicularidad, cabeza del conductor rompe el cristal, vuela, vuela el conductor como hombre bala alejado del cañón, y hace ingreso en casa, en living de casa con familia reunida, merienda familiar, los Simpsons en la tele, y la ventana que se rompe por efecto de un extraño, del cadáver de un extraño, medio cuerpo dentro, medio cuerpo fuera, muerto el conductor, todo en cuestión de segundos, los peatones han podido observar todo, escuchar todo, un crac insuficiente, el grito lastimoso de un gato que cae de espaldas, de un gato demasiado urbano, demasiado doméstico, de reflejos ralentizados por anciana consentidora, un helecho libre, emulador de peinado humanoide, un conductor-bala, un peatón-calcomanía, auriculares sordos, lentes rajados, y la policía que llega a tiempo de salvar a la planta, transplante improvisado a cantero de bulevar, policía que llega a tiempo de tirar al gato a la basura, de preguntar a los testigos, de clasificar todo en ziplocs al vacío, de ofrecer a la familia, todos ellos todavía con migas en la panza, con cara de merienda interrumpida, los datos de la comisaría, la promesa de un seguro, de alguien que nos pague la ventana, de alguien que se lleve al cadáver atravesado, y de a poco todo devuelto a una normalidad de telgopor pintado, de escenografía 2D, de tejido cósmico rápidamente parchado y auspiciante del olvido, del silencio que sobreviene a la difunta sorpresa, al entendimiento tácito de que es todo una ecuación, un gato, una botella, una canción a todo volumen, un inspector sobornado, un helecho superficial, la hora exacta de regar y un balcón que hace crac, hace crac una vez y después se cae.

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