Me enamoré un poquito.

jueves, 13 de junio de 2013 |

Y si anoche sin querer me enamoré un poquito entonces qué pasa. Qué hacemos. Cómo hago para decirte en serio en broma en serio que ayer me enamoré un poquito. Un poquito, nada más, pero lo suficiente para ese dolor estomacal etéreo y ese pensar en vos y tu pelo blabla apenas me desperté esta mañana. Apenas me desperté. Abrí un ojo y me viniste, como si te me tiraras encima, me vino la conversación en serio en broma en serio, la seducción en broma en serio en broma, los guiños, los roces, el súbito saltito de amigo a algo más. Unidireccional, quizás. Todo impresión mía, quizás. Oh, qué mal escribo, qué mal me sale esto. Tengo por un lado las ganas de llamarte y decirte «¿Y si anoche me enamoré un poquito?» y ver cómo sigue. Desde que me desperté tengo esta conversación imaginaria: te llamo, te pregunto y qué pasa si anoche me enamoré un poquito. Vos me decís, en mi versión, que te pasó lo mismo,  «Oye, pues sí, eso, que a mí también», y sonreís porque como la conversación es por teléfono pero imaginaria, yo te veo, y sonreís. Entonces yo te digo: «Y hoy abrí un ojo y me viniste, pensé en vos sin quererlo, como si te me tiraras encima, y me dolió etéreamente el estómago, como un pinchazo de dolor dulce». [Qué mal escribo, pero estoy tratando no sé bien qué]. Vos me decís, toda agitada, toda tierna, toda hermosa y frágil etcétera, sosteniendo el teléfono con las dos manos, me decís: «¡Yo también, yo también!». Después las versiones del diálogo van cambiando. En una quedamos para vernos y hablar y acabamos en un hotel. En otra quedamos para hablar y nos besamos y el beso no funciona y cada uno por su lado. En otra seguimos hablando por teléfono horas y horas y nuestros cuerpos trascienden y nos encontramos en otro plano inmaterial y nos fundimos (esta versión es de un género más fantástico o místico. O simbólico.) En otra en lugar de un hotel es tu casa. En otra, la mía. Etcétera. En otra, especialmente dolorosa, quedamos para hablar y cuando me ves llegar se te transforma la cara, adopta una expresión de desilusión que yo leo y me dice que en la conversación de anoche me idealizaste –por cansancio, porque era tarde, por las dos cervezas– y que ahora sobria, descansada, me ves por lo que soy y no te intereso pero para nada.
Por supuesto, no te voy a llamar. Nunca llamo a nadie para decirle que la noche anterior me enamoré un poquito. Y tengo un prontuario de muchísimas noches insomnes atravesadas viendo el techo, con el estómago etéreo, poquitamente enamorado, y tengo un prontuario de muchísimos días abriendo un ojo y pensando sin querer en sonrisas y pelos y pieles que se me tiran encima. Es horrible. Te vuelve inútil. Como la canción de Bersuit: “te veo, me sonrojo y tiemblo / qué idiota te hace el amor”. Y anoche me enamoré un poquito, en serio. Es malísimo el texto, pero por lo menos ya sé qué estoy tratando de decir. Estoy tratando de decir que anoche me enamoré un poquito, que tengo etéreo el estómago y que no sé si llamarte o no. El final de este texto es la respuesta a esta pregunta: ¿Te voy a llamar? Hace un tiempo escribí un relato parecido a éste, pero ese texto era, después de todo, ficcional. Metaficcional. Boludeces de esas. Un juego tonto, muy usado y muy pedante. Invocaba la línea esa que tanto hemos estudiado, la que separa al narrador del autor real del lector del blablabla. Qué asco. Pero este texto no es eso. Te juro, te juro que no. No quiero jugar a nada. Estoy muy cansado. Muy cansado. Solamente quiero decir que no entiendo por qué, no me lo vi venir, no con vos, no con vos, en serio, y sin embargo anoche me enamoré un poquito. Y hoy te me tiraste encima. Lo que quiero es escribir que me enamoré un poquito para después leerlo y ver si al convertirlo en relato puedo ficcionalizarlo y desenamorarme y deseterizarme el estómago, porque tengo muchas cosas que hacer y se me meten tu sonrisa y tu pelo y tus piernas blabla en medio y no funciono. Estoy idiota. Te veo, me sonrojo y tiemblo. Y no me está saliendo bien, porque lo escribo y lo leo y asiento con la cabeza. ¡Lo confirmo! Es horrible. Sí. Sí, sí, digo. Me enamoré un poquito. Me enamoré un poquito. Me enamoré un poquito.
Y no. 
No te voy a llamar.


6 Comentarios:

Augusto dijo...

Y qué querés que te diga... sos un grande, Varela. Gran texto.

Sujeto Vacío dijo...

Uf, suerte que me fijé mejor y vi que pone "agitada"...ya pensaba que era yo...

c. dijo...

yo me enamoré un poquito leyendo esto. un poco nomás, para que no suene cursi.
siempre es un placer leerte, joven de ojos rasgados.

Anónimo dijo...

Hacía tanto que no te leía que por un segundo me dije: ¿cómo podés estar desperdiciando esto, Lucy? Porque es así, tu pluma no tiene desperdicio =)

Unknown dijo...

Hacía años desde que leia piezas tuyas... Tus palabras me enamoran un poquito. Excelente.

Anónimo dijo...

Me enamore, pero mucho. O sea, si alguien me escribe algo asi, fija que me re enamoro. Imposible no hacerlo. Sos lo mas.

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