Capítulo 7 actualizado.

domingo, 2 de enero de 2011 |

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, y dibujo tan mal que cuando se entreabre por primera vez veo dientes torcidos con restos de perejil y encías sangrantes y llagas y aftas, así que tengo que cerrar los ojos, tapar eso, deshacerlo todo y comenzar de nuevo, y hago nacer cada vez la misma boca irregular y francamente fea, porque dibujo tan mal, tan mal, y de nuevo los dientes torcidos, las llagas, el perejil, las encías rojas; una boca espantosa entre todas las bocas, horriblemente dibujada por mí y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que se retuerce debajo de la que mi mano te dibuja y me dice «Ay, Raúl, ¿pero qué hacés?»

Me mirás, de cerca me mirás, cada vez más de cerca y yo me echo hacia atrás pero te acercás y quedo encerrado contra la pared y siento tu mal aliento, tu mal aliento como un puma que ha muerto dentro de la boca que te dibujé mal, mal, mal, cada vez más de cerca me mirás hasta golpearme la cara con tus lentes sucios y puntudos y entonces jugamos al Cíclope, y a Tormenta, y a Wolverine, respirando confundidos, y las bocas se encuentran y luchan, el puma resucita y salta a mi boca, te doy una mentita y nos mordemos los labios, yo apoyando la lengua en los dientes que te quedan, tu lengua en el diente que me queda a mí, y resoplamos y nos agitamos y nos tenemos que sentar y tomar la tensión.

Entonces mis manos buscan hundirse en tu peluca que no está bien sujeta y cae al suelo, y acaricio lentamente tu brillante calva rosa, y nos besamos como si tuviéramos la boca llena de pescado, de un puma muerto, de hedionda fragancia. Y si nos mordemos nos devolvemos el golpe, y si nos ahogamos tenemos que parar un rato para recobrar el aliento y turnarnos con el tubo de oxígeno, y si morimos por un rato el otro trae el desfibrilador. Y hay una sola saliva y un solo sabor a diente postizo, y yo te siento temblar contra mí como una vieja con parkinson.


1 Comentarios:

Anónimo dijo...

Me lo imagino a Cortázar en su tumba, cagándose de risa.

¡Excelente, Chino!

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