Textos inéditos de la Biblia. Jesús y los cazadores furtivos.

lunes, 9 de mayo de 2011 |

Del Libro de los Fleteros, 2,3-24.

Y así fue como Jesús resolvió el enigma del árbol que hablaba. Tras lo cual se despidió de la aldea de los Trogloditas y teletransportóse a la meseta de Gobed, en Sihusitab, y caminó por la carretera silbando una cumbia del espíritu santo.
Al poco rato, encontróse Jesús al costado del camino el cuerpo sin vida de un oso blanco y negro. Leyendo el nombre en su collar, supo que se llamaba Lázaro. Gritóle entonces Jesús: «¡Lázaro, levántate panda!». De inmediato cobró vida el animal, y agradecióle a Jesús con abrazos, tiernos rugidos y una caña de bambú, que Jesús procedió a multiplicar para enorme alegría del oso.

Más adelante, encontróse Jesús con un grupo de cazadores furtivos. Observólos y reflexionó, sospechando, y  aproximándose a ellos, se les acercó. «Saludos, pecadores. Jesús es mi nombre, y apellido no tengo. Decidme el vuestro, o preparaos para sufrir el castigo eterno». El líder de los cazadores acercóse a Jesús hasta que sus narices se rozaron, y mirándolo fijamente le dijo: «Si te gusta, forastero, la disposición actual de tu rostro, aléjate, pues de lo contrario probable es que cambie a corto plazo, como consecuencia inmediata de la gran cantidad de trompadas que te propinaré», a lo cual, confundido Jesús, respondióle: «Me sorprendés, cazador, con hipérbatos hablándome, pues quién así habla en general lleva dentro la llama del altísimo. Alégrome pues de poder compartir contigo la deformación gramatical en aras de la persuación, y abrázote. Pero aún no me has dicho tu nombre».
En ese momento, sin previo aviso, disparóle el cazador a Jesús en la rodilla, y notando que no sangraba, se asustó. «Como el tronco de un sauce es tu pierna. ¡No sangra!». Los otros cazadores contemplaron la pierna sumidos en terror, y todos tomaron sus rifles y dispararon a Jesús. Acribilláronlo a balazos durante un rato, y sólo se detuvieron cuando ya no tuvieron más balas, tras lo cual continuaron la brutalidad con piedras y ramas de abedul.
Jesús, cubierto de sangre y respirándo dificultosamente, entró rápidamente en un estado febril de agonía, y delirando les dijo: «el que crea, sorberá, y el que desconfíe soplará. El que brille perderá, y el que axiome olerá. Así como el pájaro vuela en el cielo, el hipopótamo rueda en Acapulco. Es más fácil que un mexicano trabaje en McDonalds a que un ruso finja su bronceado. No mires el submarino en el ojo vecino, sino el biombo en la vera de blobelfo». Los cazadores, que habían detenido la paliza para descansar, escucharon aterrados los misterios que el forastero escupía, y reanudaron las patadas.

Llegó entonces un panda gigante, el mismo que momentos antes habían matado kilómetros atrás. El animal, armado con infinitas cañas de bambú, atacóles y mordióles matándolos uno a uno, arrancándoles la cabeza y comiéndose sus orejas. El lider, el más veloz de todos, tuvo tiempo de escapar y corrío alejándose, pero el panda, que gracias a un milagro había desarrollado pulgares opuestos, tomo el rifle de las manos heladas de uno de los muertos y apuntando disparó, reventándole la cabeza al cazador furtivo y fugitivo.
Y fue así que caminaron juntos Jesús y el panda, combatiendo el crimen y compartiendo cañas de bambú.

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