Salí a dar un paseíto.

viernes, 2 de diciembre de 2011 |

Un paséito salí a dar un paseíto para bajar un poco la frecuencia cardíaca porque tenía un poco alta la frecuencia cardíaca porque había cometido el error de incorporarme un Red Bull al que encima le agregué tres cucharaditas de café, sí sí, no se puede hacer eso pero lo hice y salí medio acelerado a dar un paseíto y la aceleración por cafeína y la frecuencia cardíaca alta me vuelven sobre todo muy sociable así que «qué tal cómo le va Señor Desconocido, ¿paseando a su perro?, pero qué lindo can» les preguntaba y les decía "can" para no repetir "perro" y mantener la comunicación más o menos elegante y «qué tal señora Dotrial siempre me acuerdo de usted cuando voy a la farmacia porque su apellido suena a medicamento, "tomate un Dotrial 5mg", por ejemplo, bueno hasta luego que le vaya bien» y «hola buenos días mi querido portero del vecino, oportunidad de hablar antes no hemos tenido pero nunca es tarde como diría un sabio, jeje, hasta luego, hasta luego» y sigo acelerado y dando el paseíto y en la parada del 42 hay una jovencita harto atractiva y le digo «vaya vaya vaya, en el cielo debe haber huelga porque los ángeles han descendido a la Tierra» y la jovencita harto atractiva me responde «pero qué cumplido tan horrible, oh oh oh, acábame usted de llamar demonio, o lo que es lo mismo, ángel caído» y yo le digo con cara de súplica «ruégole mil perdones y uno más si el millar no es suficiente» pero entonces llega el 42 y se la lleva para siempre y sigo el paseíto y viene un dealer y me dice «oferta sólo por hoy dos porros al precio de uno» y le digo que estoy tratando de bajar un Red Bull con tres cucharaditas de café y me dice «entonces un porro es lo que usted necesita» y me dice «tome, invita la casa» y me fumo el porro y la frecuencia cardíaca al fin comienza a bajar pero justo entonces se cruza un patrullero de la policía y apaga las sirenas y me apunta y me grita «quieto ahí hippie drogadicto» y mientras me taclean y me ponen la cabeza contra el pavimento y yo beso el áspero pavimento les intento explicar que no soy hippie, no, todo lo contrario, soy ultraconservador y defensor del Sistema y si por mí fuera el pelo corto debería ser obligatorio para los hombres y si por mí fuera instalaría un ghetto en los suburbios, todo con vallas electrificadas y pondría adentro del ghetto a todos los  hippies y a todos los inmigrantes y a todos los que se alejan de lo normal por ejemplo homosexuales, mancos, rengos, cíclopes y David Bisbal, y traté de explicarles mientras besaba el pavimento que yo no era drogadicto y no tenía dependencia de ninguna sustancia y que con el porro in fraganti yo estaba tratando de disminuir mi frecuencia cardíaca porque temía un infarto pero antes de poder siquiera empezar a explicar todo esto me esposaron y me sentaron en el asiento trasero del vehículo policial y el conductor dijo por radio «aquí Espétell, tenemos a un 7-23, repito tenemos a un 7-23 nos dirigimos a comisaría» y alguien del otro lado dijo «muy bien Espétell, ya preparo una celda para el hippie drogadicto» y yo le digo a Espétell «momento, momento, yo no soy un 7-23, le juro que yo odio a los hippies y quiero instalar un ghe...» y el policía me dice «¿ah, sí?, ¿así que odiás a los hippies?» y vuelve a hablar por radio y dice «corrijo, no tenemos un 7-23, tenemos un 14-8, repito, 14-8» y del otro lado «Ok, preparo la celda» y yo caigo en el Profundo Pozo del Miedo y pregunto qué es un 14-8 y me dice que un 14-8 es «estereotipación de sector social y/o posible genocidio» y yo le digo que no quiero hacer ningún genocidio pero no termino de hablar porque nos choca una ambulancia en la esquina y ahora ocurren dos cosas muy graciosas: por un lado el oficial que me arrestó no escuchó la sirena de la ambulancia porque nosotros también veníamos con la sirena puesta, y lo mismo ocurrió con la ambulancia que además tenía dos sirenas encendidas, una electrónica en el techo por la urgencia y otra marina en una camilla para Urgencias, es decir que cuando chocamos con la ambulancia salió despedida una sirena (marina) en llamas que venía en la parte de atrás y que se había prendido fuego en un incendio ocurrido en una fiesta de disfraces y lo gracioso fue que 3 sirenas encendidas en la misma esquina no bastaron para evitar una colisión que adquirió proporciones apocalípticas por eso que la gente llama «choque en cadena» que es lo que sucede cuando una ambulancia y un patrullero policial frenan de golpe y sin embargo chocan y todos los que vienen detrás por ambas calles frenan de golpe y sin embargo chocan y encima detrás de la ambulancia venía un camión que transportaba pirotecnia y por supuesto explotó el camión y la pirotecnia y la ambulancia y el patrullero y yo me elevé por los aires con lo cual dos veces elevado porque me encontraba bajo los efectos del porro que me vendió el dealer o sea "elevado" psicológicamente y encima estaba elevado físicamente por efecto de la inercia y mientras volaba por el aire con restos de parabrisas en mi cabello sedoso observé todo desde un plano cenital que duró unos breves segundos que bastaron para ver todas las llamas y los muertos y la gente llorando y gritando al cielo «por qué Dios por qué» y varios perros en llamas frotándose contra las paredes y muchos niños traumados por el horror del panorama y vi a lo lejos nuevos vehículos policiales y ambulancias acercándose a la intersección del siniestro y después aterricé por suerte para mí sobre un obeso vagabundo que dormía entre dos colchones, es decir que literalmente aterricé sobre un colchón pero debajo estaba el vagabundo y debajo de él había otro colchón, era como un sandwich de vagabundo obeso, sí, y disculpándome del pobre vagabundo quise continuar mi paseíto pero lo interrumpió el cuerpo en llamas de la sirena (marina) encendida que forcejeaba con su cola falsa en llamas para quitársela y yo la ayudé y soplé y le pedí una manta al vagabundo y con la manta apagué la sirena y ella me agradeció con sus piernas ya desnudas y tremendamente largas y hermosas aunque con algunas ampollitas aquí y allá pero a quién no le gustan unas piernas ampolladas aquí y allá y entonces dije «vaya vaya vaya, en el mar deben estar en huelga porque las sirenas están en tierra firme» y ella sonrió y me pidió pomada para quemaduras y yo justo tenía un pomito en el bolsillo así que dije «¿puedo?» y ella asintió con la cabeza y yo escurrí en sus tremendamente largas y hermosas piernas la pomada para quemaduras, con suavidad insectoide, con neonato amor y con inminente exitación sexual, y aunque ella agradeció la suavidad y el amor no  pudo corresponderme en el terreno de la exitación sexual sobre todo porque si hay algo que trunca la libido, dijo Freud una vez, son un par de piernas ampolladas, y ella daba grititos de «¡tsss!» y «¡ay!» y «¡tsss!» cada vez que yo aplicaba pomada en las ampollitas y yo le decía «perdón, uy, perdón, ya casi, ya está» y le dije «listo, cómo nueva» y le ofrecí la mano para que se ponga en pie y la acompañé hasta un taxi y le regalé la pomada con mi número de teléfono escrito en el prospecto justito abajo de las Instruicciones de Uso y con horror leímos juntos que decía "No aplicar sobre piernas o codos: ¡abuso ardor en pocas horas!" y en su cara vi el rostro del horror y del odio ciego y ella intentó acogotarme pero el taxi arrancó y se la llevó para siempre y yo continué caminando con la frecuencia cardíaca bastante más baja y me alejé de las sirenas y de la colisión y en una calle lateral observé a un grupito de niños jugando al fútbol que me dijeron «ey señor nos falta uno no quiere jugar» y yo acepté pero me pusieron en el equipo que iba perdiendo así que me propuse poner huevo hasta la muerte que la vuelta vamo a dar y empecé a jugar un juego agresivo y de dejarlo todo en la cancha y en el trance de poner huevo hasta la muerte que la vuelta vamo a dar no me dí cuenta de que detrás mío, durante el ataque, iban quedando todos los niños malheridos por mis patadas, revolcándose en el suelo y llorando por sus rodillas raspadas y tibias golpeadas y cuando finalmente pateé y le dí al arquero en el estómago y él junto con la pelota ingresaron en el arco convirtiendo el gol, ahí recién vi el minigenocidio que había cometido en el campo de juego y recordé las palabras del comisario que me había clasificado como un "14-8" y lloré sobre la piedra que era el palo del arco y el llanto acabó de normalizar  mi frecuencia cardíaca y pude volver a casa no sin antes disculparme con los niños que no tardaron en reconciliarse conmigo y seguir jugando y cuando estaba ya por doblar la esquina uno de ellos, el arquero que entró con la pelota y convirtió el gol, me gritó «¡hasta mañana, señor, para la revancha!» o sea que me invitaba y en la invitación estaba la prueba definitiva del perdón y eso me hizo feliz aunque sabía que mañana no iba a venir a jugar porque cuando se me va la frecuencia cardíaca alta se me va también lo sociable y me convierto en un recluso ermitaño antisocial cuasi psicópata y me quedo en casa afilando cuchillos y tomando té de tilo.

2 Comentarios:

Emilio Cuitiño dijo...

Yo tenía anotado en un cuadernito: "cuento en donde haya un choque de dos ambulancias". Brindo por los recorridos mentales similares! Interesante sinapsis la suya.

Unknown dijo...

Oooh la sincronía mental es aún mayor: la primera versión de este relato tenía un choque entre dos ambulancias. Brindo por ello.

Comentar desde Facebook

Comentar desde Blogger