Afortunadamente el cloroformo es de excelente calidad.

viernes, 20 de diciembre de 2013 |

Estás viendo algo en la tele y te suena el timbre del portero y preguntás qué pasa quién es y alguien responde vendedor de popolos y entre la curiosidad y el deseo de volver a ver la tele gana la curiosidad y preguntás qué son los popolos y alguien del otro lado responde que no se puede explicar qué son los popolos y por favor si me abre la puerta puedo subir y mostrarle los popolos que traigo que son de primera calidad y sigue ganando la curiosidad y le das al botón ABRIR del portero eléctrico y unos cuarenta segundos después se abre el ascensor y sale un señor vestido con un traje digamos que de color marrón claro y para nada hecho a medida sino todo lo contrario, toda la pinta de traje barato y más grande de lo que le quedaría bien bien, y el vendedor tiene sombrero y tiene bigote y tiene unos 45 años de edad y tiene una caja de cartón en las manos con una etiqueta en letras mayúsculas que dice POPOLOS y sonríe como todo buen vendedor y dice disculpe por la hora a la que lo visito (porque es la hora de la siesta y el vendedor lo sabe y por eso se disculpa) y sosteniendo la caja de popolos con una mano, el vendedor ofrece la otra a modo de saludo y vos le estrechás la mano un poco confundido por la situación de tintes surrealistas o al menos absurdos de toda la situación, pero antes de que tengas tiempo de pensar el vendedor entra en a tu casa y se sienta en el sofá y tiene la caja de popolos sobre sus muslos y ya se ha arremangado las mangas de los pantalones y tiene unas medias rosas debajo de los pantalones, lo cual no deja de añadir algo de surrealista a todo el asunto.

El vendedor se aclara la garganta y dice que los popolos sólo pueden entenderse a través de la percepción directa, ya sea olfativa o visual o lo que sea, pero que no se pueden explicar porque son algo así como entidades o mejor dicho como porciones del ser, de lo existente, incompatibles con la semántica, o sea que no se le puede otorgar un significado y  mucho menos a través de las palabras, y el vendedor dice que además los popolos no son nunca percibidos de la misma manera ni por dos personas que los contemplen simultáneamente ni por la misma persona en dos contemplaciones separadas en el tiempo. Qué los popolos son lo que son para cada uno en ese preciso momento en que se los percibe, y nunca más. Y que son una experiencia increíble, quizás la única experiencia radical y genuinamente pura, sin relato posterior construido por una memoria que siempre engaña, deforma e idealiza. Y el vendedor dice que las reglas para comprar un popolo son que hay que pagarlo antes de verlo y que no se aceptan devoluciones.

Y el vendedor luego se queda en silencio y sólo se escuchan las voces del programa de televisión, pero vos apagás la tele porque ahora mismo la curiosidad te hace casi temblar. Es todo muy absurdo. pero muy mágico, muy interesante, muy único. Preguntás el precio de un popolo y el vendedor se ríe como entendido y te explica que aplicar el concepto de unidad a los popolos es en cierto modo equivocado. Los popolos son porciones de ser, dice, no son ni uno ni muchos, y no hay diferencia entre decir popolo o popolos, pero que él dice popolos, con s, por una cuestión de marketing. Bueno, pero qué tarifas tiene, preguntás. El vendedor te explica las tarifas e insiste en que no se pueden ver los popolos hasta después de pagar porque las reglas son las reglas, y vos pagás la tarifa más barata en efectivo y el vendedor te alcanza la caja y te dice que antes de abrirla expulses todo el aire de los pulmones porque eso mejora en un 35% la riqueza de la experiencia popólica y entonces vos exhalás todo el aire y cuando ya estás vacío del todo y ves que el vendedor te hace un gesto de asentimiento con la cabeza, abrís la caja.

Y SALE UN VAPOR ESPESO Y HEDIONDO PORQUE ERA TODO MENTIRA Y PORQUE LA MAGIA NO EXISTE

y ese vapor es un derivado del cloroformo en estado gaseoso que te desmaya profundamente y el vendedor, sin inhalar, conteniendo el aire, saca una mascarita de gas de un bolsillo y se la coloca y se despereza y después del doble fondo de la caja donde estaba el gas que te ha desmayado saca un montón de herramientas de metal que tienen apariencia de estar muy limpias y de ser muy filosas y sin ningún tipo de itinerario premeditado ni plan quirúrgico ni orden intuible ni patrón reconocible ni nada de nada que se parezca remotamente a la cordura te empieza a cortar partes del cuerpo: un pedacito de antebrazo, un párpado, la piel del codo, la rótula entera, el meñique izquierdo, el lóbulo de la oreja derecha, distintos sectores de tu cuero cabelludo, y lo hace sin itinerario, va paseando por tu cuerpo con las herramientas y sacando cosas de aquí y allá, y en su cara no hay ningún cambio de expresión, no, los músculos faciales solamente se le mueven cuando le salta una gota de sangre o de algún otro líquido de tu cuerpo y le toca los ojos y el se mueve como para sacudir eso que le ha saltado, pero por lo demás ni se mueve, y vos muy desmayado por el cloroformo quizás soñás con los popolos, porque quizás, sólo quizás, el efecto del gas no se percibe más que como un pequeño mareo y luego la experiencia continúa pero ya desde la inconsciencia, quiero decir que quizás, sólo quizás, al abrir la caja y desmayarte, en tu cabeza no hubo interrupción perceptible del flujo de pensamiento y ahora estás soñando con lo que viste en el momento de abrir la caja, estás soñando con los popolos, y ojalá sea así, porque en este momento el vendedor saca una especie de sierra mecánica que consiste en una rueda de metal muy filosa, una asa para sostenerla y una manivela que al girarla induce en la rueda de metal un giro muy veloz, y el vendedor posa la rueda muy suavemente sobre tu abdomen y gira la manivela y la rueda te corta el abdomen desde el pubis hasta el esternón dejando una línea de donde la sangre surge lentamente, en latidos irregulares, y luego el vendedor, que evidentemente no tiene ningún plan y sólo te va mutilando y cortando un poco como le viene a la cabeza de manera improvisada y loca, procede a cortarte los pelitos de la nariz de manera muy prolija y paciente, y cuando termina y la nariz te ha quedado impecable y limpia, en lugar de devolver la tijerita a la caja te la clava en el ojo sin párpado, y ahí se queda la tijerita, y afortunadamente el cloroformo es de excelente calidad porque de tu rostro cubierto de sangre asoma una sonrisa que seguramente tiene su raíz en ese sueño donde estás entero y rodeado de popolos que vaya a saber lo que hacen o te hacen o te muestran que te hace feliz, y qué suerte, en serio, que misericordioso gesto del azar el hecho de que este psicópata que entró a tu casa y abusó de tu preciosa confianza en la posibilidad real de que en este mundo exista la magia, que este perverso ser que mutila y corta sin plan alguno, qué misericordioso gesto del azar que este Enfermo use un gas de primera calidad y que vos no sientas nada en el momento en que con una sierra ahora sí de las clásicas, bien grande y filosa, te corta las piernas y los brazos y los pone sobre tu alfombra dibujando un cuadrado, y después con una cuchara te saca el globo ocular y lo ubica suavemente en el ombligo y después te pinta una ceja de color fucsia y otra de color azul, y qué suerte que tu partida de este mundo no pase por la conciencia, que sea una interrupción súbita de tu danza con los popolos, de tu baile extrañísimo con creaturas incompatibles con la dimensión semántica de este planeta, con creaturas hechas de pura experiencia, sin relato, qué suerte que el momento en que finalmente el vendedor saca un revólver y te llena el pecho de balas el cloroformo aguante como un campeón y no te deje volver a la conciencia y simplemente la danza con los popolos se detenga como una fiesta que acaba lentamente y a la vez en un golpe súbito, qué suerte, porque desde luego no te merecías volver, sentir los terribles dolores que sin duda habrías sentido si hubieses vuelto por un momento y te hubieses descubierto ciego y sin dientes  y prácticamente sin cuero cabelludo y con las orejas hechas una miseria, no te lo merecías como no se lo merece ninguna de las víctimas de este terrible asesino serial que –bajo la promesa de un trato atractivo para las almas sensibles y un poco ingenuas que se aferran a la remota posibilidad de que alguna forma de magia se manifieste y los saque de sus cavilaciones existencialistas y su tedio esencial– se aprovecha de sus víctimas y las corta y mutila y perfora y deforma sin ningún plan, y luego limpia todo bastante bien y junta sus herramientas y se va quién sabe a dónde, porque todavía no han conseguido dar con su paradero, y la única pista que tiene la policía es un pedazo de papel adhesivo con la palabra POPOLOS encontrada en una de las escenas del crimen.



2 Comentarios:

Anónimo dijo...

Qué cantidad de gente pelotuda. Mirá que dejar entrar a cualquier vendedor de popolos sin certificar.

Juan dijo...

je je jenial!

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