Existe un universo paralelo al nuestro; sus habitantes lo llaman Roberto. Por causas irrelevantes a lo que hoy nos ocupa, en Roberto no hay patos.
No hay patos. Por alguna razón la ausencia de patos es lo único ilógico en el paisaje, que cuenta con una multitud de lagartos y mujeres obesas. Con un palo que por momentos es rígido y por momentos se convierte en un puñado de hilachas que flamean, intenta (y a veces intento) abrirse camino. Las mujeres no hablan, y cuando separan los labios verdes sólo emiten un agudísimo sonido que irrita a los lagartos; éstos no se animan a atacarlas. No hay patos.
Entre los árboles grises se ven las sombras de objetos que aún no existen; al parecer, esto no impide la aparición de una sombra de niña jugando con serpientes, o la difusa penumbra de una maceta sin plantas. No se ve ninguna sombra de pato.
Más allá hay un arroyo. La corriente arrastra troncos y esqueletos de lagartos. Para cruzarlo está obligado a quitarse una oreja; de otra manera se ahogará en la corriente.
Ya del otro lado una de las mujeres se acerca y le ofrece la pomada que fertilizará el crecimiento de su nuevo órgano auditivo. El prospecto advierte que por una quincena no podrá cruzar el arroyo nuevamente. Un albergue construido con troncos del arroyo está cerca. Antes de entrar lee el cartel que sostiene una mujer obesa en el umbral:
NO QUEDAN PATOS
En el hall, otra mujer recibe su abrigo y abre los labios, gritando. Tres lagartos sentados a la mesa gruñen resignados. El tabernero es un Ojo enorme. Su asistente obedece a sus miradas y atiende a los eventuales clientes. Cada tanto un trío de mujeres obesas se acerca con mangueras y humedece el Ojo, para lubricarlo. Por las noches lo cubren con una lona, y lo dejan solo.
La mesa junto a los lagartos está vacía. Consulta el menú, pero en sus 16 páginas se repite la misma leyenda:
NO HABRÁ PATOS HASTA NUEVO AVISO
Los lagartos lo invitan a su mesa, están jugando a los dados.
Las reglas son simples: en pocos instantes atacarán al Ojo, pues les han llegado rumores de que guarda docenas de patos en el frigorífico de la cocina. Un poco de limón será suficiente para neutralizarlo. El siguiente paso es enfrentar a las mujeres, que representan un obstáculo mucho más serio que el tabernero. El que saque el número más bajo en los dados irá al frente, armado con los tenedores que han conseguido los lagartos.
Tira él primero, y saca seis. Contento, no nota que el dado tiene ocho caras. Los lagartos sacan siete el primero, ocho el segundo.
Toma los tenedores. Los tres se ponen de pie. Uno de los lagartos se acerca a la barra, y antes de que el asistente se acerque, le arroja el jugo de limón al tabernero, que rueda por el piso, ciego.
Las mujeres se acercan chillando: una docena de bocas verdosas gritando insoportablemente. Los lagartos son más sensibles al sonido de las mujeres obesas, pero él resiste, y dando un salto logra llegar al frigorífico. Las puertas pesan más de lo que esperaba, y no puede abrirlas. El asistente del Ojo se acerca con un palo en estado rígido, y le traspasa la garganta. Cae sobre el piso amarillo, sangrando, y el peso de su cuerpo abre las puertas. Contempla extasiado una bandada de patos volar desesperados en busca de calor. Cuando muere, el palo que le atraviesa la garganta ingresa paulatinamente en su fase de hilachas.
* * *
Los lagartos huyen y pronto han conseguido escapar, porque las mujeres obesas son lentas por naturaleza. Se lamentan por el tercero, que ha sido capturado, pero saben que deben seguir viaje. Uno de ellos abre su mochila y muestra el contenido, sonriendo: en medio del revuelo en la cocina, ha logrado atrapar uno de los patos. El pobre animal está moribundo, pero los lagartos saben cómo curarlo, con los hilos naranjas del aire y alimentándolo con retoños de nnnnnnnj. Aunque los retoños de nnnnnnnj no crecen en abundancia en esos parajes, los lagartos siempre llevan algunos. En pocos meses el pato convaleciente está en condiciones de volar, y los lagartos lo ponen en una jaula, con un palito colgando de hilos naranjas para que se hamaque, y los últimos retoños de nnnnnnnj que les quedan. Días después, cuando sucede el eclipse, devoran el pato con algunas orejas que arrastra el arroyo.
* * *
El Ojo, con ayuda de su asistente, consigue devolver al frigorífico todos los patos. Al menos eso cree al principio, pero luego el asistente compara las planillas y grita llorando que falta un pato.
El Ojo delibera con el asistente y las mujeres obesas, y llega a la conclusión de que lo más apropiado será resignarse y prepararse mejor para enfrentar a los lagartos, en caso de que se presente otro ataque. Terminado el debate, deciden irse a dormir. Cubren al Ojo con su lona y lo dejan solo.
Mientras duerme, sueña que tiene un cuerpo, brazos, piernas. Trabaja en un edificio, haciendo cuentas y rellenando unas planillas parecidas a la de su asistente. El aire no tiene hilos naranjas y en el piso no se ve ni un retoño de nnnnnnnj.
No entiende nada, pero así son los sueños.
2 Comentarios:
ah una belleza varela pero a mi lo que me interesa son los patos! jja!
con cual me quedo?!"un palo que por momentos es rígido y por momentos se convierte en un puñado de hilachas que flamean" o "por las noches lo cubren con una lona, y lo dejan sólo."?!
=)
'chas gracias.
Acá también sale un pato: http://goo.gl/MYJuR
Zeus bendiga el autobombo.
L.