Polisemia expansiva y su relación con el apocalipsis del 2090.

martes, 24 de mayo de 2011 |

Teóricos post-nucleares han denominado 'polisemia expansiva' al fenómeno que se produce cuando, a causa de más y  más contenido susceptible de ser representado en palabras, una sociedad o cultura cualquiera cubre esos nuevos terrenos de significaciones no con la forja de neologismos sino con la adjudicación de nuevos matices semánticos a palabras que ya existen, de manera tal que, hacia el 2045, la palabra 'papa', por ejemplo, tenía registradas en el diccionario de la Real Academia Imperial setecientos cuarenta y tres significados distintos, entre los cuales se destacaban «patriarca máximo de la Iglesia Católica», «patata», «voz para referirse al padre de uno», «forma coloquial de denominar a Groenlandia», «en algunos círculos neoneonazis surgidos en el 2025, forma coloquial de referirse a Hitler» y «granada de mano con activación retrasada activable mediante anilla».
Los mismos teóricos post-nucleares encargados de reconstruir el bagaje cultural descubrieron también, con horror, que la polisemia expansiva fue la causa última del pseudoapocalipsis nuclear global que se vivió en el 2090 y que mermó la población en un noventa y tres por ciento.

La polisemia expansiva de un término cualquiera puede devenir en una  Escalada de Confusión Semántica,  fenómeno que se explicita en la confusión suscitada en los usuarios de la lengua en tanto que, inadvertidamente, conversan de distintas cosas creyendo, de manera ingenua, que hablan de lo mismo, por ejemplo que alguien diga «Cómo me gustan las papas» refiriéndose a las patatas, es decir, al tubérculo comestible, y su interlocutor, de tradición notablemente militar y armamentística, se manifieste de acuerdo diciendo «sí, son manipulables, portables y causan mucho mucho daño al explotar», frase ante la cual el primero dirá, creyendo interpretar una metáfora en el discurso del militar, «sí, es una explosión de sabor en la boca.»
Radica aquí el conflicto esencial, la piedra angular de la imposibilidad de entendernos correctamente inherente a todo ser dotado del habla o de cualquier uso de cualquier lenguaje. La excesiva cantidad de homónimos en nuestra lengua puede ocasionar una suerte de efecto dominó en que cada pieza –cada malentendido– empuja a otra pieza con mayor fuerza –un malentendido de peores consecuencias– al punto de que el malentendido final puede acabar significando (el juego de palabras es involuntario) el fin del mundo. Siguiendo con el ejemplo anterior, el Interlocutor A podría formular una proposición del tipo «¿Vamos a comernos una papa?», refiriéndose, por supuesto, al tubérculo comestible, pero el Interlocutor B, de tradición militar y con evidente tendencia al suicidio, podría aceptar diciendo «Por supuesto, si hoy he de morir, hoy he de morir», tras lo cual el I.A, confundido ante la extrañeza de las metáforas que usa I.B, dirá «Vamos». Ambos morirán esparcidos en alguna huerta, donde el I.A intentaba arrancar del suelo una papa mientras el I.B. le quitaba el anillo a una papa, se la comía y hacía volar por los aires a ambos.

Los teóricos post-nucleares denominaron ‘escalada de confusión semántica última’ a la causante final del pseudoapocalipsis del año 2090, aunque otros catedráticos refutan esta teoría afirmando, creo yo que de manera correcta, que el apocalipsis no fue causado por una ECS sino por un malentendido de índole gramatical, como se verá en la siguiente transcripción de los registros del Dia Final, donde se observa que el malentendido final radicó en  la malinterpretación de la orden terminante del comandante Pérez, que a la pregunta de sus inferiores en rango «¿Atacamos por tierra?», gritó:
—¡NO LANCEN LOS MISILES! —negando, como se ve claramente al leer la frase, todo tipo, cualquier tipo de ataque.
Desafortunadamente, a la interpretación que el oficial Juárez hizo de la orden le sobraba una coma: «NO, LANCEN LOS MISILES» y creyendo que el comandante negaba el ataque por tierra y prefería un ataque aéreo de misiles nucleares lanzados desde F-29s, pulsó el botón rojo y ordenó por radio «LANCEN LOS MISILES, REPITO, LANCEN LOS MISILES» y el mundo se fue en línea recta y de manera nuclear a la peputísima mierda.


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