Ayer fue un día de lo más normal en términos climáticos, académicos, laborales y ociosos, es decir que estuvo seminublado y sin precipitaciones, el cielo despejado pero moteado de algodón blanco, para describirlo poéticamente, y académicamente hablando estuvo todo más o menos tranquilo, mis horas de estudio se me fueron en la lectura de Dickens y en afilar varias veces mi lápiz 2B –que es mejor que el clásico HB porque las minas 2B son más blandas y el lápiz se desliza mucho más suavemente y en una línea más recta y atractiva– porque Dickens es muy pero muy subrayable, quizáz no tanto como Wilde porque Wilde es tan subrayable y citable que lo que hago cuando lo leo es subrayar aquello que considero no-citable o no-subrayable y evitar tener que ocupar varios minutos en afilar el lápiz. Dickens no llega al nivel de subrayabilidad de Wilde pero tampoco se queda muy atrás, y entonces el tiempo académico de ayer se me fue en afilar y leer y subrayar y lo disfruté mucho. Ya estoy en la página 374 de Grandes Esperanzas, en un ejemplar de Editorial Alianza que no tengo a mano ahora para dar la referencia bibiográfica exacta, y por eso no constará en este balance.
En cuanto a lo laboral, creo que podemos afirmar sin faltar a la verdad que fue la parte más fea y amarga del día porque fue el momento en que más despacio pasó el tiempo, me refiero a que lo percibí más lentamente, y eso siempre es un indicador de la calidad de vida, porque todo el mundo sabe aunque más no sea de manera instintiva que cuando uno es/está feliz el paso del tiempo se percibe como si éste pasara a la velocidad de un automóvil de carreras o de un ave muy rápida o de Flash Gordon, para decirlo con distintas analogías o imágenes o metáforas, mientras que cuando uno es/está infeliz o es un miserable o le duele el codo, por ejemplo, el paso del tiempo se compara con una tortuga o con algo muy lento o con el rinoceronte que siempre va último en la manada de Jumanji (Joe Johnston, 1995), el largometraje con Robin Williams tan famoso y tan divertido y con efectos especiales que yo considero muy bien logrados para la época, si bien no groundbreaking como los de la primera entrega (cronológica) de Star Wars (George Lucas, 1977) o como los de Jurassic Park (Steven Spielberg, 1993).
Lo que hizo que el paso del tiempo fuera por mí percibido como una tortuga o el rinoceronte de Jumanji fue que solamente vino un cliente a la tienda y ese cliente ni siquiera quería comprar nada sino que quería saber dónde quedaba la calle Bolivia y yo le dije que no sabía porque no era del barrio y solamente mi parte laboral del día transcurría en este barrio y cuando cerraba la tienda me iba en metro y no veía las calles por la subterraneidad del metro y el cliente me preguntó si no podía buscárselo en Google Maps y le dije que me encantaría ayudarlo pero que ahora mismo eso no era posible porque el Nod32, que es un antivirus, estaba haciendo un escaneo general en busca de programas hostiles y cualquier otro tipo de software no deseado y que ese escaneo el Nod32 ocupa siempre la totalidad de los 512mb de RAM del PC y el cliente me dijo que no entendía lo que yo le estaba diciendo pero que gracias de todas maneras y se fue, y después al cerrar me di cuenta que la tienda está justamente en calle Bolivia, en el número 34, y me imaginé al cliente descubrir eso en algún momento posterior a nuestro encuentro y me imaginé al cliente sonreír al descubrir eso y sonreí yo también. Esta fue la parte más divertida de toda mi jornada laboral, sin embargo, porque después de ese cliente perdido no vino absolutamente ningún otro. Solamente tuve otra interacción pero fue con un perro que intentó aliviar su vejiga en el umbral de la tienda y tuve que gritarle «¡FUERA FUERA D'ACÁ!» y contemplar con diversión y un poco de enojo también cómo el perro hacía caso omiso de mis gritos y terminaba de aliviar su vejiga sin inmutarse y después se alejaba con un trote suave y tranquilo y moviendo la cola que es un síntoma de alegría en los canes.
Finalmente, en mi parte del día de ayer dedicada al ocio, al volver de la biblioteca tras una intensa y placentera lectura de Dickens, ocupé mi tiempo en ingerir algunos alimentos, que mi memoria ahora parece no querer recordar y por tanto no constáran en este balance, y en jugar al Battlefield 3 para PS3 en el modo multijugador. Participé en un total de tres partidas y en una de esas partidas recibí el galón JMV (Jugador Mas Valioso) que es lo que se otorga al jugador que más puntos hizo en la partida entre un total de 24 jugadores a menos que sea una partida especial de menos, por ejemplo 16. Me dio mucha alegría este galón porque solamente lo había ganado dos veces con anterioridad, y aunque siempre se dice que lo importante es participar a mí me parece que lo mejor es ser el mejor o estar entre los tres mejores de la partida cuando juego al Battlefield 3 o a cualquier otro FPS (First Person Shooter) como por ejempo el Killzone 3 o los ya clásicos Call Of Duty.
Cuando finalmente me sobrevino el sueño apagué la PS3 y quise dormir pero entre el relajante beso de Cronos y mi frente se interpuso tu cara sonriente, el recuerdo de tu cara sonriente cuando te hago chistes o cuando te hago cosquillas, y al recuerdo de tu cara sonriente le siguió una especie de alud de recuerdos relacionados con tu cuerpo y tu voz y tu pelo y tu sonrisa y me costó mucho quitármelos de encima, a los recuerdos del alud. Llorar un rato me ayudó, y como todo el mundo sabe llorar da sueño y descontractura y es una catarsis muy efectiva y después de llorar un rato Cronos me besó la frente, que es una manera muy grecolatina de decir que me quedé dormido.
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